Contradicciones

La política mexicana es un espacio lleno de simulaciones. Basta apreciarla desde cualquier ángulo para entender que la contradicción es el patrón de mayor frecuencia en un ejercicio que en teoría procura otro tipo de valores, de entre todos ellos la consecución de acuerdos resulta el concepto universal por excelencia.

El escenario del poder ofrece situaciones tan confusas que a menudo rebasan nuestras capacidades y su interpretación se convierte en un auténtico desafío, lo mismo para quienes realizan las más avanzadas tareas de prospectiva como para quienes requieren una explicación sencilla del acontecer.

Todos hemos sido testigos de acciones contradictorias en lo que concierne al espectro público. Un recuento somero ofrece innumerables casos donde la aberración se afianza como una expresión cultural más en nuestro vasto mosaico: gobernantes ricos en un país de pobres, la impunidad como criterio central del sistema de justicia, la corrupción como engranaje del aparato social o la escasez alimentaria en un territorio de fertilidad y abundancia. Es decir, no sólo todo es absurdo, sino que es ya un estado ordinario de la vida misma.

La designación de Manuel Bartlett Díaz como futuro encargado de la Comisión Federal de Electricidad podría encajar en ese orden de lo incomprensible. Su nueva encomienda es vista por un sector de la sociedad como un contrasentido a los propósitos de cambio demandados por la población el 1 de julio.

La inclusión de un personaje asociado a los episodios más oscuros de la historia reciente ha desatado serios cuestionamientos al presidente electo y propiciado inconformidad entre aquellas generaciones que conservan memoria histórica. No es para menos. La polémica presenta una sólida justificación: Se trata del hombre al que se le atribuye la operación del fraude electoral del 88 y la consecuente postergación de 30 años a la transición de un nuevo régimen.

A pesar de estas alusiones biográficas, el momento actual nos obliga a ver más allá de los referentes comunes si es que deseamos una comprensión de mayor amplitud.

Aunque no lo parezca, los vínculos de Manuel Bartlett Díaz con la corriente nacionalista no son pocos. Su padre, homónimo suyo pero Bautista de apellido materno, fue un defensor de las causas revolucionarias y su respaldo a Madero le produjo represiones de toda índole como la expulsión de la escuela y del país. Llegó a ser gobernador de Tabasco por un breve periodo y ministro de la Suprema Corte; desde ahí fue pieza importante para que la expropiación petrolera fundamentara adecuadamente la controversia frente a las grandes corporaciones representadas en ese entonces por ingleses, holandeses y desde luego los norteamericanos.

Bartlett Díaz, por su parte, tiene cerca de dos décadas respaldando el movimiento de Andrés Manuel y nueve años de combatir la reforma energética, primero como diputado y posteriormente como senador. Es obvio afirmar que las actuaciones del presente no suprimen los errores del pasado, pero sí abren la posibilidad para reivindicarse con uno mismo y ante los demás.

El pensamiento griego sugiere una clave, no para extinguir un debate que se prolongará tanto como la opinión pública lo considere sino para dotar de sentido a los aspectos más incomprensibles. El oxímoron es un recurso literario para utilizar frases o describir acciones que, en esencia, parecen contradictorias pero que en su conjunción adquieren un nuevo significado.

Aplicando este término a la política ¿Es Bartlett uno de esos casos? ¿Se podrá entonces enfrentar a las mafias de un sistema corrupto con un personaje que surgió y se desarrolló en él?

En nuestro país, la sabiduría popular provee una expresión de menor profundidad en su razonamiento pero que preserva un grado de equivalencia aceptable al caso: "para que la cuña apriete debe ser del mismo palo", dice.

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